Para la libertad, por Iñaki Carrasco

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No crea que esto es un artículo político, porque no lo es. No estoy aquí para dar la razón o quitársela a quien hable de libertad o contra ella. Pero si de algo sirve tener un espacio en un medio como este es para detenerse a escuchar, sentarse sobre una piedra y comentar hacia donde le parece a uno que discurre tal o cual corriente subterránea. En este caso, el rumor freático señala en un único sentido: la palabra libertad.

Corría la primavera de 1978 y en Madrid y en otros lugares de España sonaban a pares los gritos de “amnistía y libertad” y los estruendos de los disparos y las bombas terroristas. A decir verdad, de todo aquello, solo tengo el recuerdo de lo que me han contado. Apenas tenía yo dos años y, claro está, me ocupaba en otros asuntos mucho más prosaicos y menos trascendentes.

Jarcha cantaba a la libertad sin ira; Serrat, para la libertad, y mi hermana mayor vestía el uniforme del colegio de monjas cuando franqueaba la puerta del patio cantando “Libertad, Amnistía”. Ella, que tenía solo tres años más que yo, desconocía qué significaban aquellas dos palabras. Y sin embargo, las repetía constantemente con el soniquete cansino y tenaz de las canciones infantiles.

Han pasado más de cuarenta años de aquello. Los rifles ya no disparan y las bombas -toco madera- hace tiempo que se apagaron. Mucho es lo que nos separa de aquella España que se aferraba con una mano al filo del acantilado como el héroe de una película de aventuras. Parece que lo único que nos une a aquellos años de la transición es el grito de “libertad” que ha vuelto a sonar en cada esquina y en cada edición de las noticias con la misma cadencia machacona y perturbadora con que la recitaba mi hermana a la puerta del colegio de monjas.

Pero ¿qué es la libertad? Quiero decir, todos sabemos de qué se habla cuando se habla de libertad, del mismo modo que Raymond Carver sabía lo que era amor cuando titulaba De qué hablamos cuando hablamos de amor. Pero más allá de la imagen de un potro salvaje galopando por un páramo o de alguien conduciendo un deportivo por una carretera solitaria, ¿de qué nos hablan cuando nos hablan de libertad? Pues, probablemente, de nada.

Carver lo sabía. En ese relato, así como en la mayoría de su obra en prosa y en verso, el objeto directo de sus oraciones suele ser -precisamente- aquello que presenta elidido, aquello que no se menciona expresamente. Del mismo modo, en la actualidad, en esta realidad posmoderna en la que vivimos, lo más probable es que se hable de libertad cuando se quiere hablar de una abstracción tal que permita omitir todo y representar la nada al mismo tiempo.

La libertad ha sido, al menos en el mundo contemporáneo y como sustantivo abstracto y no contable, uno de los conceptos más repetidos y utilizados en ámbitos de todo tipo. La política de cualquier signo y sobre todo la publicidad han acuñado sus letras en caracteres mayúsculos y de neón para tratar de persuadirnos hacia los comportamientos más inverosímiles. En 1978, más concretamente en primavera, una marca de cigarrillos rubios americanos y con filtro prometían libertad a quien los fumase. Desde entonces la publicidad nos ha prometido libertad en forma de coches, yogures, loterías, hipotecas, teléfonos móviles y prácticamente cualquier artículo o servicio que conlleve una transacción económica.

Muy bien, pero entonces ¿qué es la libertad y dónde puedo encontrarla? ¿Está en un cante de José Mercé o un poema de Miguel Hernández? ¿Es el título de una serie, es Milton Friedman, es John Stuart Mill, es no llevar mascarilla? ¿Es asaltar el Congreso o es tomar al asalto el Palacio Nacional de Managua? Ciertamente no tengo respuesta. Está claro que todos los anteriormente citados y muchos otros que he omitido han enarbolado el lema de la libertad con fines más o menos virtuosos, según a quién se le pregunte. Pero lo cierto es que probablemente ninguno de ellos sabría darnos una definición clara, concisa, completa y exacta de qué es y de que habla cuando habla de libertad.

¿Es que entonces la libertad no existe? ¿Es, acaso un mito? No, existe, desde luego. Pero supongo que cuando se habla tanto de ella, como en un poema de Carver, es porque estamos dejando de hablar de otras cosas. No sé si más o menos importantes, pero de otras cosas. Mucho, mucho antes de que la política hablase de libertad, la libertad ya se había convertido en un eslogan. La verdad os hará libres, dice el evangelio de Juan.

Finalmente, si la busca de la raíz de la libertad solo me ha traído más preguntas que certezas, la búsqueda de la verdad se me antoja una labor imposible. Sin embargo, del mismo modo que Raymond Carver recordaba a su padre, yo recuerdo que cuando mi hermana cantaba aquello de amnistía y libertad a la puerta del colegio de monjas, mi madre le decía que callase y miraba nerviosa hacia los lados. Recemos para que eso no vuelva a pasar.

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