Su vida sin mí, por Paloma Serrano Molinero

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Empecé a escribir esto mientras todavía estaba confinada y lo tuve que dejar varias veces.

Como millares de conciudadanos, pasé los días de Navidad aislada de mi familia. Al otro lado de la puerta estaban mi madre, mi marido y mis dos hijos; el mayor de casi tres años y el pequeño de solo cuatro meses de edad. Por suerte, el mayor no comprende aún del todo la Navidad, con lo cual no fue un desastre para él —más allá de no tener a su mami— que yo faltara el 24 y el 25 de diciembre. Por suerte, el bebé aún no se entera de nada y estuvo perfectamente. Por suerte, digo, pero lo impugno.

Sí, tuve que dejar el texto a medias en varias ocasiones. Al escribir los fantasmas siempre salen. Y los fantasmas que empezaban a asomar entre las letras me daban demasiado miedo. Mi bebé estuvo perfectamente sin mí; eso asusta mucho. Mi hijo mayor me echaba de menos. Lo sabía porque estaba enfadado conmigo y me hacía poco caso cuando hacíamos video-llamadas. Sin embargo, también estuvo bien sin mamá.

Le oía corretear por el pasillo, separados por una puerta que nunca trató de abrir porque le dijimos que yo estaba de viaje. Con la oreja bajo el quicio, le escuché decir tres palabras nuevas. Oía sus carcajadas nerviosas cuando corría delante de Cuzco, nuestro perro. Llamaba a su abuela para que le acompañara a la cocina a por agua. Jugaba a darle sustos a su padre. Se acercaba a su hermano y le hacía cariñitos. Le decía: «Bebé, oh, quiero». Y yo a su lado, sin que él lo supiera, calladita y sin hacer un ruido para que no sospechara que estaba allí; que siguiese echándome de menos, que siguiese enfadado conmigo. Que siguiera bien.

Por las mañanas mi marido salía con los niños a pasear. Sin que ellos lo supieran —para que al mayor no le diera por mirar arriba—me asomaba por la ventana y los veía desde lejos. Allá iban mis chicos. Tan contentos y sin mí.

Los fantasmas crecían en la habitación de aislamiento y yo deseaba abandonar cuanto antes mi forma incorpórea. De pequeña mi madre me decía que los abuelos, al morir, seguían con nosotros y podían vernos desde el cielo por un agujerito. Yo ahora veía a mis hijos desde arriba por la ventana, repentinamente ausente de sus vidas. Y estaban felices. Eso me daba miedo. Pero también me reconfortaba que yo no fuera imprescindible para su felicidad.

Los primeros nuevos abrazos han ahuyentado, de momento, estos miedos. Los fantasmas se van esfumando. Mi hijo mayor ya no está enfadado y su mamitis se ha incrementado proporcionalmente con todo lo que me ha echado en falta. El bebé ya hace gorgoritos y ha empezado a reír a carcajadas.

Este gran susto, desde luego, ha estado aplacado por la falta de sintomatología grave y porque hemos evitado los contagios en nuestra burbuja. Este susto es relativo y hasta caprichoso si se compara con el horror de otras familias. Pero uno escribe de lo suyo y cuando se escribe los fantasmas salen; a mí me han mostrado su vida sin mí.

Es natural; ellos pueden vivir sin mí aunque yo ya nunca podría ser feliz sin ellos. Los días que tenemos son regalados y la felicidad es un trabajo.

Al nuevo año le pido salud y serenidad para toda la familia (para todas las familias); que disfrutemos la vida con sus impertinencias y traspiés; que nos sigamos queriendo, que pasemos por alto las tonterías pero ninguna tontuna, que seamos generosos los unos con los otros, sobre todo con nuestro tiempo, y que nada nos dé pereza.

Que pueda seguir escribiendo. Y que no me pierda un momento de su vida conmigo.

4 Respuestas a “Su vida sin mí, por Paloma Serrano Molinero”

  1. Qué belleza de artículo. La sensibilidad de una madre, de esta madre, que en un momento
    difícil, y, como ella destaca, afortunadamente no grave, reflexiona sobre la vida de ella sin sus hijos y la de sus hijos sin ella. Emociona leerlo

  2. Esas sensaciones y emociones que cuentas, de forma tan detallada, son fáciles de identificar. De alguna forma hemos sentido o presentido algo parecido. Tú has plasmado esos pensamientos con tu hermosa manera de escribir.
    Gracias, Paloma.

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