Pedro García Barreno
La ponencia de clausura de la Sexta jornada de la Asociación Madrileña de Cuidados Paliativos, que tuve el honor de dictar, tuvo por título Sobre el Moribundo y Su Muerte. Han pasado, casi, diez años. Diez años en un reposo casi olvidado. Hasta esta mañana, en que leí un extracto del discurso de apertura del Año Judicial, ayer 7 de septiembre de 2023, a cargo de su presidente en funciones.
«En la obra Cómo mueren las democracias, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt advierten de que, “en nuestros días, la democracia ya no muere necesariamente por un acto violento o dramático, esto es, con un golpe militar o una revolución, sino con un lamento prolongado: el lento y progresivo debilitamiento de las instituciones esenciales, y la erosión global de las normas políticas tradicionales. En un contexto fuertemente polarizado decae la visión de Estado y se impone con radicalidad la de partido. La destrucción del adversario, como objetivo político, es la antesala de un proceso de degradación democrática”. Así lo constató 500 años a. C. el historiador ateniense Tucídides* […]. En otras palabras, el buen funcionamiento del Poder Judicial debe ser un asunto de Estado, y cuando ese buen funcionamiento está en entredicho, todos los actores políticos deben ser conscientes de que las altas responsabilidades que el pueblo soberano les ha confiado están por encima de los intereses partidarios. […] “Es una obligación de todos los poderes públicos sin excepción, de manera que si no existe una actuación conjunta en esa dirección, todo el andamiaje sobre el que está construido, se resiente o se debilita”. […] Pues bien, desde que estas palabras fueron pronunciadas [hace un año, el 7 de septiembre de 2022, en ocasión similar a la presente], los graves problemas que afectan al funcionamiento del Poder Judicial no han hecho más que empeorar. […] Pues bien, si, como gráficamente expresó el político y escritor británico Disraeli, “los individuos pueden formar comunidades, pero únicamente las instituciones pueden forjar una nación”, se entenderá por qué estas deben ser, efectivamente, preservadas y protegidas [Aunque tal vez sean mejores: “Ser consciente de que eres ignorante es un gran paso hacia el conocimiento”, o “Una de las cosas más difíciles del mundo es admitir que estás equivocado”]. […] La democracia exige mucho de sus partícipes. Tanto, que hay momentos en los que deben dejarse a un lado las emociones y los tribalismos, e incluso los grandes postulados de la apuesta partidaria, en favor de principios constitucionales más elevados. No es tarea fácil, pero la buena salud de las instituciones bien vale el esfuerzo».
Si en el extracto anterior se sustituyen las referencia al Poder Judicial -objeto del discurso – por «instituciones, término más general, se pueden sonsacar otras cuestiones.
En la ponencia arriba citada escribí: «Afrontamiento pánico en un clima de angustia, de neurosis, de nihilismo que toma el aspecto de verdadera crisis de la individualidad ante la muerte y, sin duda, de la individualidad sin más. […] Si la literatura ha continuado su discurso sobre la muerte, las personas de a pie se han vuelto mudas, se comportan como si la muerte no existiera. Ese desacuerdo entre la muerte libresca, que continúa siendo prolija, y la muerte real, vergonzosa y silenciada, es, por lo demás, uno de los rasgos extraños pero significativos de nuestro tiempo: el silencio. […] Sin duda, en su origen se halla un sentimiento ya expresado en la segunda mitad del siglo XIX: el entorno de la sociedad moribunda tiene tendencia a protegerlo y a esconderlo de la gravedad de su estado. Se admite, sin embargo, que la disimulación no puede durar demasiado tiempo: la sociedad moribunda debe un día saber, pero a la sazón los ciudadanos no disponen ya del coraje ni de la crueldad de decir ellos mismos la verdad. En una palabra, la verdad empieza a plantear un problema. La primera motivación de la mentira fue el deseo de proteger al enfermo, de hacerse cargo de su agonía. Pero muy pronto este sentimiento, cuyo origen es conocido ─la intolerancia frente a la muerte del otro y la confianza nueva del moribundo en su entorno─, fue recubierto por un sentimiento diferente característico de la modernidad: evitar, no ya al moribundo sino a la sociedad, al entorno mismo, una turbación y una emoción demasiado fuertes, insostenibles, causadas por la fealdad de la agonía y la mera irrupción de la muerte en plena felicidad de la vida, puesto que ya se admite que la vida es siempre dichosa o debe siempre parecerlo. […] La muerte de antaño era una tragedia ─ a menudo cómica ─ en la que uno o la sociedad representaban el papel del que va a morir. La muerte de hoy día es una comedia ─ siempre trágica ─ donde uno o la sociedad representan el papel del que no sabe qué va a morirse. […] Hoy en día no queda nada de la noción que cada cual – individuo o sociedad – tiene o debe tener de que su fin se acerca ni del carácter de solemnidad pública que tenía el momento de la muerte. Lo que debía ser conocido permanece ahora oculto. Lo que debía ser solemne, es eludido. Se da por supuesto que el primer deber de la sociedad es el de ocultar la gravedad de su estado. La sociedad nunca debe saber que su fin está cerca. Las nuevas costumbres exigen que muera en la ignorancia de su muerte. No se trata ya solo de un hábito puesto ingenuamente en uso, se ha convertido en una regla moral. […] Así pues se muere casi a escondidas. El caso extremo es el silencio para evitar una muerte embarazosa. Mas lo que importa en el fondo no es tanto que la sociedad sepa o deje de saber, cuanto que, si sabe, tenga la elegancia y el coraje de ser discreto. Se comportará, entonces, de manera que la propia sociedad pueda olvidar que sabe que la muerte está rondando, que anda cerca. No basta con que el moribundo sea discreto; conviene también que continúe estando abierto y receptivo a los mensajes. Su indiferencia amenaza con crear entre el personal que nos «conduce» el mismo embarazo. Existen, pues, dos maneras de morir mal: pretender un intercambio de emociones, y rehusar la comunicación. […] Mucho nos equivocaríamos si atribuyésemos esa huida ante la muerte a una indiferencia para con los muertos. En realidad, lo cierto es lo contrario. La represión de la pena, la interdicción de su manifestación pública, agravan el trauma provocada por la pérdida de un ser que debería ser querido. Pero no está permitido, decirlo en voz alta. Este conjunto de fenómenos no es sino la elaboración de un tabú: lo que antes estaba impuesto queda vedado a partir de ahora. […] Y también la muerte es objeto de comercio y de ganancias, y para vender la muerte conviene hacerla amable. Se quiere transformar la muerte, maquillarla, sublimarla, pero no se pretende hacerla desaparecer. Evidentemente ello supondría el fin de las ganancias».
En el texto extraído de la ponencia, he cambiado o introducido, lo que aparece en cursiva. Ello homologa su fondo con el del escrito previamente citado.
Los dos textos anteriores pueden encajar en la presentación al artículo de John Keane «Por qué importan los parlamentos». Allí puede leerse: «No corren buenos tiempos para el parlamentarismo. En muchas democracias actuales, el centro de gravedad del gobierno pasa de los parlamentos a la dirección presidencial jaleada por los medios. Con frecuencia, el poder legislativo se convierte en correa de transmisión del ejecutivo, los debates adquieren un aire entre simulado y circense, y baja la calidad de su actividad. Así, se recurre a procedimientos abreviados que no dejan espacio a la discusión, se introducen enmiendas que no modifican la norma sino un contenido distinto y se abusa del decreto ley».
Tal como se percibe que se están haciendo las cosas, podemos echar mano de un dialogo recogido en el «Testimonio de Alicia», en Alicia en el país de las maravillas:
-Yo creo -dijo Alicia- que todo eso no tiene ni pizca de sentido.
-Que el jurado considere su veredicto -dijo el Rey.
-¡No, no! -dijo la Reina-. Primero la sentencia; el veredicto después.
-¡Que tontería! -exclamó Alicia en voz alta-. ¡Dictar primero la sentencia!
-¡Calla la boca” -dijo la Reina.
-¡No quiero!- dijo Alicia.
-¡Que le corten la cabeza! -gritó la Reina. Nadie se movió.
También podemos retrotraernos a Tucídides**: «Por lo que respecta a los tiranos, todos los que estaban establecidos en las ciudades griegas, mirando solo por sus intereses, tanto por su seguridad personal como por el engrandecimiento de su propia casa». O, «¡Tan poco importa a la mayoría la búsqueda de la verdad y cuánto más se inclinan por lo primero que encuentran!» que, de la mano, desemboca en la manida frase -¿anónima?- «Nuca en la historia de la humanidad hubo tanta información accesible para conocer la verdad y nunca hubo tanta gente negándose a verla».
Con todo lo anterior podemos hacer un mix. El interés del partido y el de sus afiliados, máxime si ocupan puestos remunerados y son recipiendarios de beneficios «indirectos», sobre el interés general. La preponderancia del decreto ley sobre la cámara legislativa -Keane reclama los «parlamentos vigilantes». La sentencia previa al veredicto. El aborregamiento o exclusión de la crítica que asegura la ausencia de sociedad civil, silenciada por la subvención.
Escribe Keane: «Atención, populistas y demagogos: la representación no es un simple contrato cara a cara entre un representante y un pueblo o nación imaginarios. La representación no es mímesis. Tiene una cualidad vicaria, fiduciaria, y eso significa que cuando los votantes eligen un representante, la representación es tanto un final como un principio. La representación es un proceso abierto que depende del asentimiento, la decepción y el disgusto de los representados. Cuando los representantes rinden por debajo de sus posibilidades o fracasan en demasiados frentes, se los envía al infierno en una cesta». Y concluye: «Lo único seguro es que el espíritu de los parlamentos vigilantes es el coraje que los seres humanos vamos a necesitar en nuestra lucha por afrontar de forma sabia, equitativa y democrática las ricas oportunidades y los peligros en cascada de nuestro agitado siglo». De momento, «Corintios y corcireos reivindican la victoria».
«Aunque la Historia jamás se repite por completo, y precisamente porque no hay evolución inevitable, podemos hasta cierto punto aprender del pasado para evitar la repetición del mismo proceso. No se necesita ser un profeta para percatarse de los peligros inminentes. Una accidental combinación de atención y experiencia revelará a menudo a un hombre los acontecimientos bajo aspectos que pocos alcanzan a ver» (F. A. Hayek).
«Sociedad civil» en cuanto conjunto de fuerzas sociales presentes en el seno de la sociedad contemporánea, actual, que pretenden ejercer su influencia en los procesos que le afectan. Sociedad civil que debe estar formada, deshacerse de cualquier sistema opresor, aceptar la autocrítica, rechazar el silencio y la autocensura, asumir el riego, evitar todo tipo de tutela, luchar de facto contra la corrupción que no es solo manipular fondos, contra el nepotismo, no tolerar la mentira más aún cuando se ha convertido en algo «natural» -un «todo vale»-… Solo una sociedad civil fuerte, libre de complejos, podrá acabar con el tenebroso estado actual. «Rebrota la protesta ciudadana» es el título, refrescante, de una noticia recogida por una publicación.
Ciudadano Pedro R. García Barreno.
Miembro de la «Sociedad Civil».
Madrid, 8 de septiembre de 2023.
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Fuentes consultadas.
Lewis Carroll (1832-1898) Charles Lutwidge Dodgson). The Annotated Alice (Edition by Martin Gardner, with the original illustrations by Sir John Tenniel). UK: Pan Macmillan, 1960. Traducción de Francisco Torres Oliver –Alicia anotada– para Ediciones Akal, S. A. (Madrid), 1998. «Capítulo XII -El testimonio de Alicia».
Benjamin Disraeli (1804-1881), lord o conde de Beaconsfield. Líder de la Muy Leal Oposición de Su Majestad y tres veces ministro de Hacienda del Reino Unido. “Individuals may form communities, but it is institutions alone that can create a nation”, Speech in the Guildhall (9 novbre. 1866), citado en The Times (10 novbre. 1866, pg. 9).
Pedro R. García Barreno (1943-). Sobre el Moribundo y Su Muerte. Sexta jornada de la Asociación Madrileña de Cuidados Paliativos, 13 de diciembre 2013. Ver: www.pedrogarciabarreno.es (E. Publicaciones. D1. Publicaciones. 1-D. Conferencias, revisiones… no publicadas).
Juan Gil Fernández (1939-) En el libro 300 Historias de Palabras (Barcelona: Espasa Libros, S. L. U., 2015. Pg. 15), que prologó, puede leerse, entre otros: «La lengua es la democracia perfecta», o «Los políticos han contribuido de manera especial a esta prestidigitación de las palabras. Es natural. Hasta hace muy poco tiempo su poder dependía en buena medida de su elocuencia, a menudo confundida con la labia. En una comedia de Aristófanes (Los caballeros, del 424 a. C.), los atenienses, para enderezar la crítica situación de su ciudad, recurren como salvador in extremis a un vendedor de salchichas, pensando que, por su soez y desvergonzada verborrea, sería el único que pudiera vencer al todopoderoso Cleón: la democracia se había convertido en una demagogia, una demagogia». Lástima que pueda convertirse en realidad. Sigue J. Gil: «El caso es que, por la cuenta que les trae, los gobernantes suelen disfrazar la realidad política, social y económica con vocablos más simpáticos […] La degeneración de la república romana condujo a una verdadera confusión de los conceptos». ¡Lástima que tal disquisición no fuera incorporada al Discurso, tras la referencia a Tucídides*!
Friedrich August von Hayek (1899-1992. Premio Nobel de Economía 1974). The Road To Serfdom, Ruouledge Press, 1944. Versión en español en Camino de servidumbre: Textos y documentos. LF. Liberty Fund-elcato.orgCato, 2008.
https://www.elcato.org/sites/default/files/camino-de-servidumbre-libro-electronico.pdf.
Informe semanal. «Rebrota la protesta ciudadana». Informe Semanal de Política Exterior, núm. 1336, 11 de septiembre de 2023.
John Keane (1949-). «Por qué importan los parlamentos», Letras Libres 264: 6-14, 2023. Traducción del inglés de Daniel Gascón.
Carlos Lesmes Serrano (1958-). Discurso del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, leído en el Acto de apertura del año judicial 2022-2023. https://www.poderjudicial.es/stfls/TRIBUNAL%20SUPREMO/DOCUMENTOS%20DE%20INTER%C3%89S/DISCURSO%20APERTURA%20A%C3%91O%20JUDICIAL%202022.pdf
Francisco Marín Castán (1952-). «Discurso del presidente del Tribunal Supremo» (e.f.), Acto de Apertura del Año Judicial, Madrid: Salón de Plenos del Tribunal Supremo de España, 7 de septiembre de 2023. https://files.mediaset.es/file/2023/0907/11/discurso-apertura-presidente-tribunal-supremo-7sep2023-pdf.pdf
*Tucídides (s. V a. C.). F. M. C. resume el pensamiento de Tucídides en la frase: «la descomposición de la sociedad derivaba de ridiculizar la moderación, considerándola un disfraz de cobardía». En mi opinión debe referirse a la Historia de la Guerra del Peloponeso. III. 82-83. La traducción de Juan José Torres Esbarranch (Madrid: Editorial Gredos-BCG, 151, 1991. Tomo II, Libros III-IV). En la pg. 139 escribe: «[…] Cambiaron incluso el significado normal de las palabras en relación con los hechos, para adecuarlas a su interpretación de los mismos. La audacia irreflexiva pasó a ser considerada valor fundado en la lealtad al partido, la vacilación prudente se consideró cobardía disfrazada, la moderación, máscara para encubrir la falta de hombría, y la inteligencia capaz de entenderlo todo incapacidad total para la acción; la precipitación alocada se asoció a la condición viril, y el tomar precauciones con vistas a la seguridad se tuvo por un bonito pretexto para eludir el peligro […]». Y en la pg. 143: «[…] Y los espíritus más mediocres triunfaban las más de las veces; porque por miedo a su propia limitación y a la inteligencia de los contrarios, temiendo a la vez resultar inferiores en los debates y ser superados en la iniciativa de las estratagemas por la mayor sutiliza de ingenio del enemigo, se lanzaban audazmente a la acción […]». La traducción de Francisco Rodríguez Adrados (Barcelona: Editorial Planeta S. A.-Crítica-Serie Mayor, 2013), en la pg. 247 puede leerse: «[…] Cambiaron incluso, para justificarse, el ordinario valor de las palabras. La audacia irreflexiva fue considerada valiente adhesión al partido, la vacilación prudente, cobardía disfrazada, la moderación, una manera de disimular la falta de hombría, y la inteligencia para todas las cosas, pereza para todas. Por el contrario, la violencia insensata fue tomada por algo necesario a un hombre, y el tomar precauciones contra los planes del enemigo, un bonito pretexto para zafarse del peligro. […]». Y en la pg. 248: «[…] Generalmente, salían favorecidos los hombres de inteligencia más vulgar, porque como temían su propia insuficiencia y la inteligencia de los enemigos -no fuera que resultaran perjudicados a consecuencia de palabras engañosas y que aquellos gracias a su astucia se les adelantaran en el ataque- pasaban audazmente a la acción […]». Por último, la traducción de Diego Gracíán (The Project Gutenberg eBook of Historia del Peloponeso (1 de 2). Thucydides. Biblioteca Clásica. Tomo CXX. Madrid: Librería de la Viuda de Hernando y C.ª, 1889), en XII, pg. 264(en Ed. Orbis, pg. 197): : «[…] Por estas causas fueron en aquel tiempo turbados los Estados y gobiernos de las ciudades de Grecia con sediciones y discordias civiles, pues sabido que en un lugar se había hecho alguna demasía o insolencia por unos, otros se disponían a otra mucho peor, o por hacer alguna cosa de nuevo, o por mostrarse más diligentes e ingeniosos que los primeros, o más osados y atrevidos para vengarse, y todos estos males se excusaban nombrándolos con nuevos e impropios nombres, porque a la temeridad y osadía llamaban magnanimidad y esfuerzo, de manera que los temerarios y atrevidos eran tenidos por amigos y por defensores de los amigos; a la tardanza y madurez llamaban temor honesto, y a la templanza y modestia cobardía y pusilanimidad encubierta; la ira e indignación arrebatada, nombrábanla osadía varonil; la consulta, prudencia y consejo, pereza y flojedad. El que se mostraba más furioso y arrebatado para emprender la cosa, era tenido por más fiel amigo, y el que la contradecía, por sospechoso. El que llevaba a ejecución sus tramas y asechanzas, era reputado por sabio y astuto, y mucho más aquel que prevenía las de su enemigo, o conseguía que ninguno se apartase de su bando, ni tuviese temor a los contrarios. Finalmente, el más dispuesto para hacer daño a otro, era muy elogiado, y mucho más el que para hacerlo inducía a otro que no 197 Tucídides Historia de la guerra del Peloponeso pensaba en tal cosa […]».
**Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Traducción y notas de Juan José Torres Esbarranch. Madrid: Editorial Gredos-BCG, 149, 1990. Pg. 154, 160-1. Ver: Pablo A. Cavallero, «La claudicación de la democracia en Tucídides», Stylos 2000; 9: 289-339. https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/12030/1/ claudicacion-democracia-tucidides.pdf
Daniel Ziblatt (1972-), Steven Levitsky (1968-). How Democracies Die. New York: Crown Publishing, 2018. Traducción de Gemma Deza Guil -Cómo Mueren las Democracias– para Editorial Ariel, Barcelona, 2018.
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Pedro R. García Barreno.
Miembro de la «sociedad civil».
Madrid, 8 de septiembre de 2023.