A veces matar es ventajoso: el caso Sala

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Entrevista inédita de J. Payá con el autor

1- ¿Por qué una obra literaria sobre el caso Sala? 

La primera intención era escribir un reportaje y tratar de vendérselo a alguna revista. Cuando lo tuve escrito, me di cuenta de que la historia requería más espacio. Ahí fue cuando surgió la idea de escribir un libro. Un reportaje largo, como los que se publican en algunas revistas norteamericanas. La suerte fue que el editor Max Lacruz se interesara por algo así.

2- ¿Cómo has trabajado la obra, y hasta qué punto los recursos literarios te han servido para dar forma al crimen?

Lo primero fue leer muchas veces el sumario. Hacer listas de indicios y compararlas con las que había hecho la policía. Ahí me di cuenta de que la investigación policial era incompleta, pero no era falsa. En cuanto a recursos literarios, no es un asunto que me plantee demasiado. Escribir claro y corto. No mucho más.

3- ¿Por qué es este el crimen perfecto? ¿Y cómo el libro “desmonta” este crimen perfecto?

El crimen perfecto es una metáfora que empleó un abogado amigo de la familia y  que intentaba encontrar una explicación a que todos los presentes dijeran que no habían visto ni oído nada. Bien, el libro trata de desmontar eso. Hubo personas que estuvieron allí y mintieron.

4- ¿Cuánto tiempo de investigación has empleado, y qué recursos has utilizado para ello?

El texto acabó de escribirse cuando se cumplía un año del asesinato. En total, habré estado investigando alrededor de tres meses.  En cuanto a los recursos, creo que me sirvió de mucho encerrarme dos semanas en sesión de mañana y tarde con el sumario y tomar notas.

5- Arcadi Espada, respecto a su libro, asegura que “Yo le habría exigido una cierta demora en algunos pasajes de su investigación”. ¿Lo comparte?

Puede ser. La cuestión es que el libro requería rapidez, algo que también señala Arcadi. Yo cuando escribía no dejaba de pensar en que alguien pudiera estar trabajando en la misma historia y se me adelantara.

6- ¿Qué espera con la llegada del juicio del “caso Sala”? ¿Conoceremos realmente la verdad, o esta nunca se aclarará del todo?

Yo no sé lo que decidirá el juez. Pero, obviamente, espero que haya juicio y gane la luz. Para matar a María del Carmen Martínez tenían que darse dos condiciones principales: que la hermana abandonara el concesionario sin esperarla. Y otra, que la víctima no llegara a meter las llaves en el contacto. A partir de ahí, la lista de presuntos responsables se reduce mucho.

7- ¿Cuáles son sus referentes literarios, de dónde bebe su prosa para trabajar este libro?

Leo, sobre todo, cosas de ciencia. Gerd Gigerenzer, David Buss, Julian Baggini, este tipo de gente. Arcadi Espada está a punto de publicar un libro sobre Francisco Camps y ese es para mi el acontecimiento del año. Y me interesan muchísimo los artículos del psiquiatra Juanjo Jambrina. Es decir, que el libro tiene un aire de intriga más por el tipo de historia, que porque yo lea libros policíacos.

Juanjo Payá, trabaja en el diario Información


A oscuras, por Juanjo Jambrina

Texto publicado en La Nueva España, el 15 de abril de 2018.

El viernes 9 de diciembre de 2016 fue asesinada de dos tiros a bocajarro en la mejilla izquierda Doña María del Carmen Martínez, de 72 años de edad, viuda de Vicente Sala, expresidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo entre 1998 y 2009 y uno de los empresarios más destacados de la Comunidad Valenciana. El suceso ocurrió en las afueras de Alicante, en un concesionario de coches propiedad del consorcio familiar que dirigía la víctima y que facturaba unos 300 millones de euros al año en negocios variados. Junto a la víctima aparecieron los casquillos de bala, pero la pistola con la que se dispararon nunca ha sido hallada. A fecha de hoy el crimen, el llamado “crimen perfecto” por la prensa de la “verdad rápida”, está pendiente de sentencia. Tras la instrucción del sumario solo ha habido un detenido, uno de los yernos de la víctima, que fue liberado tras 39 días en prisión.

Las circunstancias que rodearon al crimen, una familia rica dividida en dos bandos tras la muerte del padre, así como la relevancia social de la víctima hicieron que el caso haya sido seguido por los principales medios nacionales que han hecho poco esfuerzo por evitar que el asunto se deslice hacia la sección de “novela negra” donde la principal función del periodismo que es contar la verdad a los lectores suele desaparecer ahogada entre fábulas, ocurrencias divertidas, tropos y aliteraciones.

El periodista Sergio González Ausina lleva años peleando contra la ficcionalización de su oficio y la desaparición del sentido común de la vida cotidiana. El periodista González Ausina ha escrito un brillante reportaje sobre este caso: “A oscuras. Una aproximación al caso Sala” (Funambulista, 2018). El asunto le llamó la atención al periodista González Ausina el pasado verano, mientras estaba de vacaciones, se carteaba con psiquiatras (ganas de leer ya “Última carta. Un suicidio en mi familia” que publicará en breve Eds. Deliberar) y veía crecer su barba. Y se empapó de todo lo escrito sobre el tema. Y le sorprendió la complicación que iba adquiriendo el desenlace del dramático asunto. Y ha hecho, en un pequeño y aconsejable libro, un reportaje corto y claro. El periodista González Ausina, trabajando sobre la luminosidad que aportan los hechos, extrae tres reflexiones nada desdeñables: en primer lugar, que de “crimen perfecto”, nada de nada: hay personas interrogadas que mintieron en sus declaraciones. En segundo lugar, que en ausencia de pruebas concluyentes hay que elaborar hipótesis sobre los indicios. Hasta 39 indicios ha logrado reunir un intenso trabajo policial que están esperando ser confirmados o descartados. Y en tercer lugar, el autor vuelve a llamar la atención sobre una figura altamente controvertida en el esclarecimiento de ciertos sucesos: el confidente policial. Y me viene ahora a la mente el caso Diana Quer, denotado y connotado por Arcadi Espada y no sé si alguien más… La conversación que el autor del libro transcribe del folio 217 del sumario entre un inspector de Policía y un confidente policial que regenta un desguace próximo al lugar de los hechos y que había estado aquella tarde en el concesionario parece muy relevante, pero pocos han reparado en ella. Detengámonos aquí. El periodista González Ausina se ha leído todos los artículos periodísticos sobre el crimen. Ha leído más de 2000 folios relacionados con el caso. Ha visto docenas de vídeos. Y sabe que el coche que conducía la víctima, un Porsche Cayenne, le había sido robado a su primer propietario, Vicente Sala, en el año 2010 por dos hombres a punta de pistola y que para localizarlo se usaron hasta helicópteros policiales. En los momentos posteriores al crimen este hecho solo fue reseñado por el yerno y el confidente. Pero sigamos con el libro, que lleva un brillantísimo posfacio firmado por Alfonso Armada, uno de los periodistas españoles más respetables, que se titula “Del arte de buscar la verdad” donde se dan unas cuantas admoniciones importantes para su gremio.

Fue hacia 1999 cuando Félix de Azúa firmó para el diario “El País” una columna titulada “Profesionales”. En ella decía: “El buen periodista desconfiaba de absolutamente todo el mundo, pero muy en especial y por orden decreciente de los políticos, de los policías y de los jueces. El buen periodista servía a sus lectores y sabía que el peor enemigo de la verdad es un político, un policía y un juez. No todos, claro está, sólo uno. O de uno en uno. En la actualidad los periodistas parecen tomar la información oficial de los partidos, de las agencias estatales, de la policía y de los juzgados como dogma de fe.”

Aquellos periodistas no existieron solo en las películas de Billy Wilder. Lean “A oscuras. Una aproximación al caso Sala”, de Sergio González Ausina para comprobarlo. Y para certificar que no hace falta la ficción para enhebrar un estremecedor relato.

Juanjo Jambrina


En la penumbra. Comentario de Arcadi Espada

En la penumbra se publicó en El Mundo el 20 de febrero de 2018.

Funambulista acaba de publicar A oscuras, de Sergio González Ausina. Un libro de pequeño formato y 117 páginas, editado con el cuidado ejemplar que pone Max Lacruz en sus libros y que lleva un atinado postfacio de Alfonso Armada, beligerante con el oficio como es su obligación. El libro es un reportaje seco, inteligente y valeroso sobre el asesinato de María del Carmen Martínez, la viuda del expresidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, Vicente Sala. E

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Arcadi Espada


Fragmento del Postfacio de Alfonso Armada

¿Cuál es el principal problema del periodismo español? La verdad. Por eso se esmeran tantos profesores, tantos alumnos, tantos periodistas, tantos jefes, tantos redactores jefes, tantos directores en proclamar que la verdad (es decir, la objetividad) no existe. Ya lo creo que existe, lo que pasa es que no se ha grabado todavía de memoria la definición que acuñó Arcadi Espada y que no me canso de repetir: “La objetividad es la capacidad de ser fiel a los hechos al margen de las propias convicciones”. El nuevo editor (publisher) del New York Times, A. G. Sulzberger, que con 37 años acaba de alcanzar la cúpula de la empresa, ha recordado cuál es el lema familiar que han intentado mantener cinco generaciones de Sulzbergers y pretende mantener durante su mandato: informar “sin miedo y sin favoritismos”. ¿No es lo que acaso tendríamos que hacer aquí para recuperar (tal vez) el fervor de los lectores?

Sergio González Ausina, que mantiene en la revista fronterad, que dirijo, un blog sobre el suicidio (Cruce de caminos), y a quien no conozco personalmente, me pidió que escribiera algo para acompañar su crónica A oscuras. Una aproximación al caso Sala. Sí, el caso de María del Carmen Martínez, viuda del expresidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, asesinada de dos disparos en un concesionario de automóviles de Alicante a bordo de un deportivo.

¿Por qué es modélica esta crónica? Porque es humilde desde su título. Porque no ahorra esfuerzo: ni físico ni sintáctico. Porque no se sirve de una prosa sonajero para cubrir las lagunas lógicas. Porque para escribirla el autor se ha leído todo lo legible sobre el caso y sus aledaños. Porque se sirve de la deducción y de la lógica, pero no cae en las inferencias ni en las recreaciones ni en los subterfugios ni en las teorías de la conspiración en los que con harta frecuencia cae mucha crónica negra de periodistas que parece que lo que en realidad les gustaría es ser famosos autores de novela negra y no tener que ir todos los días a la televisión, a la emisora, al periódico, a la cantera web a ganarse el pan tratando de verificar los hechos hasta la saciedad, perseguir fuentes escurridizas, sopesar cada palabra como si fueran los cimientos de una casa y tratar de no engañar a nadie ni de engañarse a sí mismos.


Fragmento del libro

Me ocupé del crimen de María del Carmen Martínez a la vuelta de vacaciones. Había pasado un verano extrañamente feliz decapando muebles, carteándome con psiquiatras y paseando por los bosques de Alemania. Y el cambio de estación invitaba a hacer una transición: llevaba ocho años tratando el tema del suicidio y no tenía nada más que decir. Del caso Sala, como lo denominaban los periódicos, me había llamado la atención, sobre todo, la insistencia de algunos en situar muy lejos del escenario al presunto asesino: “A nadie en su sano juicio se le ocurriría programar la muerte de su suegra en su propio centro de trabajo con la posibilidad de que cualquiera de los nueve empleados que se encontraban allí, cualquier cliente, o cualquier viandante apareciese de repente en la escena del crimen”, había escrito el primer letrado del yerno y principal sospechoso, Miguel López, en un recurso de apelación. Me parecía una declaración un tanto enfática, con un punto de desesperación. Para desmontarla sólo había que sustituir yerno por “empleado” y suegra por “jefe” y comprobar en las hemerotecas que de vez en cuando en las empresas habitaba la muerte.

Por las tardes, tumbado en el sofá, empecé a leer los testimonios del sumario como un loco. Con el tiempo, he ido aislando los síntomas de esa especie de demencia: la barba me crece, me quedo absorto en mitad de cualquier conversación, camino sin rumbo con las manos a la espalda y empiezo a susurrarle al asesino que voy a por él. Una noche soñé que guardaba las alfombrillas del coche de la víctima detrás de la puerta de mi habitación. Y otra, que alguien me dejaba la pistola del crimen sobre el felpudo de la entrada y yo saltaba por la ventana e iba corriendo a la comisaría. Hice dibujos situando a los protagonistas en el parking. Hice una lista con los indicios que apuntaban al sospechoso y la comparé con la de la policía. Cogía nombres del sumario, los metía en la guía telefónica y llamaba. “No sé quién te ha dado mi número de teléfono, pero de ese tema no quiero hablar, lo siento”, era una respuesta habitual.

Con la puesta en libertad condicional del acusado, parte de la prensa amenazaba con convertir el caso en un misterio irresoluble. En la lista de indicios policiales había un error, desde luego: la competición de tiro olímpico que practicaba el yerno de la víctima no permitía la modificación de munición. Y un párrafo muy discutible tratando de vincular la falta de empatía hacia la viuda con una posible enfermedad mental. Pero nada que hiciese pensar en una ficción policíaca.


 Autopresentación: A oscuras. Una aproximación al caso Sala

 A la luz de la evolución

Dediqué el otoño pasado a escribir un reportaje sobre el asesinato de María del Carmen Martínez, viuda del expresidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, Vicente Sala. Se titula A oscuras, dados el lugar escogido para matarla, un lavadero de coches, y la oscuridad que algunos medios han extendido sobre un caso aún pendiente de juicio. La investigación policial descubrió que la familia estaba dividida en dos bandos en torno al testamento del difunto banquero y concluyó dos meses después que el autor había sido Miguel López, yerno de la víctima y único acusado hasta el momento. Algunos periodistas afirmaron que la investigación policial hacía aguas por todas partes. Yo sostengo que la investigación policial es incompleta, pero verdadera. No hay ninguna prueba, de momento, que vincule al presunto asesino con la víctima, pero sí numerosos indicios. Un año después del crimen, los indicios seguían en pie. Pero nadie había elaborado con ellos una historia. Una historia oscura y maligna. La única historia que puede contarse con ellos.

El libro debe lo suyo al psicólogo evolutivo David Buss y su inquietante investigación sobre el asesinato, The Murderer Next Door. La tesis de Buss puede resumirse así: en la implacable lógica evolutiva a veces matar es ventajoso. Es decir, disponemos de un software mental homicida que se activa en aquellas circunstancias que parecen amenazar nuestra supervivencia y reproducción. Creo que el autor pone demasiado énfasis en el ambiente y demasiado poco en la biología, convirtiéndonos a todos en asesinos más o menos secretos, pero ahora no puedo ir por ahí. Aún hoy lo releo y me sorprende la adecuación del caso Sala a las premisas evolutivas. Dice Buss: “La ironía es que aun cuando la selección natural diseñó nuestras defensas contra el asesinato, simultáneamente creó estrategias más perfeccionadas para sortearlas. A medida que evolucionamos para detectar el peligro en los demás, también desarrollamos la capacidad de engañar y sorprender a nuestras víctimas”. “¿Qué más daño nos pueden hacer?”, había escrito un día la víctima en unos diarios aludiendo a las amenazas del otro bando. El 9 de diciembre de 2016, cuando llegó junto a su hermana al concesionario que regentaba su yerno para retirar un coche reparado, éste las esperaba en el parking y se dirigió hacia ellas saludando con la mano.

Hay libros que ahorran mucho tiempo y energía. Quise dedicarle el epígrafe a Buss con la última frase de su libro, en agradecimiento. Pero al final escogí otra que mantuviera cierta intriga y no informara de que la mayoría de los asesinos están a nuestro alrededor.

 Sergio González Ausina

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