Todos tenemos un color preferido; algunos, un número de la suerte; pero a casi nadie se le ocurre pensar cuál es su letra favorita. Es algo que no se nos pregunta y, por tanto, no nos lo planteamos. ¿Por qué, si la letras son tan importantes? Conforman el lenguaje, que es lo que nos distingue —como humanos— de otros animales. Las letras componen nuestro nombre, que es lo que nos da —como individuos— una identidad. Son garabatillos. Sin embargo, están llenos de significado y singularidad; cada uno trazamos la misma letra de forma única.
A las personas se nos puede conocer de muchas maneras: por la voz, por el olor, por la forma de andar. Y sin entrar en el terreno de la grafología, mencionaré que también por nuestra letra. Escribir a mano es una práctica en desuso pero, no hace mucho, también podíamos reconocer a alguien por su forma de escribir. «Estos apuntes son de Alberto, es su letra», decíamos, o «Esta nota la ha escrito mi prima». ¿De cuántos conocidos y compañeros conocemos su letra? De muy pocos ya, me atrevo a decir.
Las letras con sus formas (de cada alfabeto) y sus sonidos (de cada lengua y acento), ¡son tan bonitas! Nos acompañan siempre, incluso en nuestros silencios, construyendo las palabras de nuestro hilo de pensamiento. Son tan generosas las letras que se prestan también a quienes no las saben leer. Aunque ignoremos cómo se escribe una palabra, ésta se forma en nuestra mente; discreta, sin darse importancia.
¿Cuál es vuestra letra favorita? Fue lo que pregunté a mis alumnos el primer día de clase en un taller de escritura creativa. Tras breves momentos de estupefacción y desconcierto, sus respuestas fueron maravillosas. Originales, divertidas, tiernas, tan creativas que me parece egoísta guardarlas solo para mí:
z – Por rescatar a la que siempre queda última.
i – Porque le recuerda la alegría del amarillo y la forma de un girasol.
h – Por ser silenciosamente puñetera, sobre todo, cuando se intercala.
c – Porque da comienzo a nuevas historias.
d – Por estar presente dos veces en su nombre y ser parte de su identidad.
a – Porque es la letra inicial de su palabra preferida, anagnórisis (y de paso nos enseñó a todos su significado: reencuentro y reconocimiento de dos personajes en una obra).
m – Por estar en su apellido, Elmahibba, que en árabe significa amor y unión de la familia.
s – Porque es flexible y tiene el poder de convertir lo singular en plural.
Son pensamientos preciosos que nunca antes habían tenido. Pero las letras siempre están ahí para hacernos pensar, para dejarnos crear.
A continuación escribí mi nombre a mano en un folio. Lo doblé por la mitad y lo puse sobre la mesa a modo de rótulo delante de mí. Les pedí que hicieran lo mismo con sus nombres y éstos quedaron a la vista de todos los compañeros. En varios casos se repetían las mismas letras pero cada uno hizo su trazo particular. Y de pronto, en improvisados cartelitos, había una variedad de nombres propios vestidos, cada uno, con su caligrafía. Ya nos habíamos presentado por nuestros nombres, ya nos habíamos conocido por las caras, por la voz; ahora nos conocíamos unos a otros por nuestras letras.
Un placer conocernos.