Es evidente que el tema central es la humillación, sus causas y consecuencias. Es el sentimiento que alimenta la venganza que, vista así, se convierte en el único antídoto al que puede recurrir el humillado.
Cabría pensar si la justicia ha de ser, en su aspecto reparativo (y no rehabilitador) que tanto abominan algunos teóricos, la posibilidad de gestionar (no de aguantar ni de aceptar) la humillación.
Y la humillación toca un resorte muy íntimo: la autoestima del humillado.
Sigo con el tema. Adosada a la humillación está la gestión del perdón, palabra tan prostituida que habría primero que conseguir un lavado semántico de la misma. Hay una vertiente del perdón que supone la trasposición de la humillación del humillado al que se lo solicita. Es decir, al ofensor. El perdón es así primariamente un restablecimiento del estatus personal del agredido (y humillado) pero también es una forma no demasiado sutil de humillar al agresor.
Quizá es eso lo que busca la justicia retributiva.
Aquí también hay tajo.
El tema de la mediación que no es mas que el tema de la reconciliación. Pero solo es posible reconciliarse con quien te admite de nuevo entre sus interlocutores con la reciproca de tú admitirle a él. Sea cual sea el papel jugado antes, agresor o agredido.
Mediar es intentar el restablecimiento de la comunicación en una relación que ya ha sido destruida y en una situación que tuvo como consecuencia fundamental la ruptura total de cualquier posibilidad de comunicación.
Es el comienzo de la guerra, de toda guerra.